A menudo, en las fiestas (a las que evito concurrir siempre que puedo) alguien me da un fuerte apretón de manos, sonriendo, y después me dice, con aire de jubilosa conspiración: "Sabe, siempre he deseado escribir."
Antes, yo trataba de ser amable.
Ahora, contesto con la misma regocijada excitación: "Sabe, siempre he deseado ser neurocirujano."
Me miran con perplejidad. No importa. Últimamente circula por el mundo mucha gente perpleja.
Si quieres escribir, escribes.
Sólo escribiendo se aprende a escribir. Y ése, en cambio, no es un buen sistema para enfrentarse a la neurocirugía.
-JOHN D. MACDONALD-

lunes, 25 de octubre de 2010

Venganza

Una tormenta azota la ciudad. En las calles las alcantarillas se taponan con la basura que arrastra el agua, y éstas se convierten en ríos por los que la gente corre, tratando de cobijarse del viento y la lluvia, mientras que los coches avanzan a una velocidad suicida, como si sus ocupantes también se mojasen.
La temperatura baja poco a poco, hasta que las gotas de lluvia se convierten en granizo, y la prisa de la gente por encontrar un lugar resguardado se convierte en urgencia. Se produce un accidente de coche, y la ciudad se llena de gritos y ruido de sirenas que el viento lleva hasta ti.

A las afueras de la ciudad, en el parque desierto, que no habías pisado desde hacia cuatro meses. Desde aquella fatídica noche. La lluvia ha convertido todas las zonas verdes en un barrizal que empieza a manchar los caminos asfaltados. Ahora el granizo cae con fuerza, creando un ruido ensordecedor. Te golpea en la cara, en las manos desnudas y ateridas por el frío, entra por el cuello de tu chaqueta y te moja por dentro, pero no lo sientes. No lo sientes, por que hace 4 meses que estás helado. No te inmutas, simplemente aguardas de pie, sin moverte un ápice, por que sientes que ésta es la noche correcta. Simplemente esperas, quieto, como una estatua de algún antiguo héroe justiciero. Por que para eso estas aquí. Para hacer justicia.

Tras una hora, la tormenta comienza a remitir, el granizo pasa a ser lluvia una vez más. Otra hora, y la tormenta cesa. Ahora sólo cae una insistente y fina lluvia. Pasa otra hora, y por fin ves lo que esperas. A lo lejos, una figura se acerca hacia donde estas tú, cojeando notablemente. La tormenta vuelve con renovadas fuerzas, sobre tu cabeza estalla un relámpago, y sin demora, el trueno te ensordece.

Gracias a la luz del relámpago, alcanzas a ver sus facciones. Ojos saltones, una cicatriz en la mejilla, barba de un par de días, el pelo largo y grasiento, que cae empapado y sin vida. Es él. Finalmente, ha llegado la hora.

Al principio tus piernas se resisten, tras horas de inmovilidad, pero finalmente echas ha andar. Lentamente, te pones en medio del camino que el individuo esta recorriendo. Se acerca a ti, y un olor a vino te envuelve. El tío llega casi a tu altura, pero esta tan borracho que ni se da cuenta de que estas ahí. Levantas tu mano derecha, poco a poco, pues también se resiste a moverse al principio, y la introduces en tu chaqueta. Sacas la pistola, y la amartillas mientras le apuntas. El sonido hace que finalmente se fije en ti. Mira bizqueante el arma, mientras trata de comprender qué es lo que ocurre. Después levanta un poco más la mirada hasta tu cara, y ves la chispa del reconocimiento en sus ojos. Estalla en unas carcajadas rasposas.
-¡Pero si eres tú, maldito hijo de puta! ¿!Cómo te va!? ¿¡Y a tu chica!? ¡Espera, ya recuerdo! A tu chica la degollé después de violarla! Pero pensé que también había acabado contigo. ¿Como sobreviviste, cabroncete?
Sus palabras consiguen lo que horas azotado por la lluvia, el granizo y el viento no han conseguido. Un escalofrio te recorre, y sientes como se te hiela la sangre en las venas. Empiezas a temblar.
-¡Pero mírate, si estas temblando, cabronazo! ¿Consigues una pipa, vienes hasta aquí, me esperas durante horas bajo la tormenta, y a la hora de la verdad te acojonas? ¡Eres un puto cobarde! ¡Jajajajajaja!
Cree que tiemblas por miedo. Cree que tiemblas por que te falta valor para hacer lo que tienes que hacer. Que ingenuo. Tiemblas por la anticipación. Por lo que va a pasar.
-Eso es lo que eres: ¡Un puto cobar....!
Un nuevo relámpago sobre vuestras cabezas. El trueno enmascara el sonido de la pistola cuando le disparas. Un chorro de sangre sale de su vientre, mientras se desploma. Te acercas a él, y cuando te mira a la cara le sonríes.
-He esperado este momento durante meses. Ahora voy a disfrutar viendo como te desangras hasta morir.
Y te acomodas, para disfrutar de la agonía del hombre, mientras recuerdas lo ocurrido hacía ya cuatro meses en ese mismo sitio.

Acompañabas a tu amor a casa, cuando alguien te golpeó por la espalda con una tubería, y caiste desplomado, dado por muerto. Pero no fué así. Impotente, tuviste que ver desde el suelo, sin conseguir que tu cuerpo respondiera, cómo ése hijo de puta se abalanzaba sobre tu chica, le arrancaba la ropa a tirones, y la violaba brutalmente, y cuando acabó, la degollaba con una navaja automática.

-¡Vamos mamonazo! ¡Acaba con esto! ¡Mátame!
Le sonries. No le vas a dar esa satisfacción.
-¡No tienes cojones para acabar el trabajo tú solito! Seguro que la puta de tu novia si que hubiera tenido lo que hay que tener para terminar con esto. Me demostró que sabía luchar. Pero al final se rindió, como todas las zorras a las que me he follado. -sonrió, con una mueca deformada por el dolor, mostrando los dientes ensangrentados- Pero ésta fué direfente en una cosa. Al final lo disfrutó. ¡Vaya si lo disfrutó! A esa maldita zorra que tenias por novia le iba mucho la marcha, y tú nunca supiste cómo...
Aprietas el gatillo una vez, y otra vez, y otra. Sigues haciéndolo, hasta que la pistola sólo te devuelve unos sordos clicks.

Cuando consigues calmarte, miras el cuerpo deformado por los agujeros de bala. Es una pena. No disfrutaste tanto como debieras de tu venganza, y al final consiguió lo que quería y no se merecía, una muerte rápida y sin dolor, pero la justicia está hecha. Guardas de nuevo la pistola, das media vuelta, y te alejas en medio de la tormenta.

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