A menudo, en las fiestas (a las que evito concurrir siempre que puedo) alguien me da un fuerte apretón de manos, sonriendo, y después me dice, con aire de jubilosa conspiración: "Sabe, siempre he deseado escribir."
Antes, yo trataba de ser amable.
Ahora, contesto con la misma regocijada excitación: "Sabe, siempre he deseado ser neurocirujano."
Me miran con perplejidad. No importa. Últimamente circula por el mundo mucha gente perpleja.
Si quieres escribir, escribes.
Sólo escribiendo se aprende a escribir. Y ése, en cambio, no es un buen sistema para enfrentarse a la neurocirugía.
-JOHN D. MACDONALD-

lunes, 8 de noviembre de 2010

¿Por qué hoy...

...la lluvia no me reconforta?
Veo las gotas caer, y pienso en todo lo que simboliza para mi. La lluvia, el agua, la vida. Siempre me ha gustado correr, cantar, gritar y bailar bajo la lluvia. En este mundo frio, descorazonador, donde te sientes parte de tan pocas cosas y de tan poca gente, el sentir la lluvia empapandome, refrescandome, me hacia sentir algo raro: me hacia sentir que era parte de algo mucho más grande que cualquiera de nosotros.
Sin embargo hoy no me siento así. Siento que si salgo ahí afuera, no podré ni correr, ni cantar, ni gritar, ni bailar. Simplemente me quedaría quieto bajo la lluvia, cansado y derrotado, mirando al cielo, y dejando que las gotas de lluvia se deslicen por mis mejillas, emulando las lágrimas que soy incapaz de encontrar en mi interior.
Hoy cae la lluvia sobre mi ciudad, pero no me siento feliz. Cada gota que veo deslizarse por el cristal de mi ventana ya no me evoca renacimiento, ni renovación, ni purificación. Cada gota que veo deslizarse hasta perderse, solo me recuerda cada lágrima que debería ser capaz de derramar, pero que no es así.

No hay comentarios:

Publicar un comentario